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La culpa en la maternidad

Vivimos en un contexto en el que ser madre se ha convertido en una tarea verdaderamente difícil. Las condiciones laborales, conciliación familiar, creencias sobre lo que “es ser una buena madre” unido al tabú que hay a la hora de hablar de qué emociones afloran en la maternidad afectan cada vez más al estado emocional de muchas mujeres. 

Por lo general, cuando una pareja decide tener un bebé, lo hace pensando en los factores positivos o agradables que va a generarles. Aceptan que puede no ser fácil, pero al mismo tiempo aparece la ilusión en este nuevo proyecto en común. 

¿Cuándo aparece la culpa?

Cuando una mujer decide que quiere ser madre puede empezar a poner pautas y cambios en sus hábitos de cara a un posible embarazo. Ya en el embarazo aparece un gran sentido de responsabilidad. La gestación dentro de su cuerpo da lugar a realizar unas pautas muy concretas para el cuidado del embrión como por ejemplo el cuidado en la alimentación, higiene, rutinas, revisiones médicas…

 En el momento en el que el bebé nace se produce un periodo de adaptación que puede resultar no ser como se había imaginado. 

El papel del contexto en la culpa

En el caso de la mujer, y sobre todo si miramos atrás, se le ha asignado una gran responsabilidad a la hora de ser una “buena madre”. Si nos fijamos bien, desde que son niñas ya se les está diciendo cómo han de ser como madres cuando juegan con un muñeco. Además, culturalmente nuestra sociedad ha dado un mayor papel a la mujer que al hombre en el cuidado de los hijos y esto se ha ido transmitiendo generacionalmente. 

De hecho, no tenemos que ir muy atrás para ver cómo la mujer, para ser una “buena madre”, debía renunciar a trabajar, estudiar o a algún proyecto personal para dedicarse exclusivamente al cuidado del menor o los menores. Además, esto debía asumirlo son más y quejarse o expresar lo que sentía era prácticamente improbable.

Actualmente, debido a muchos factores, son cada vez más las mujeres que trabajan al mismo tiempo que lo compaginan con la maternidad. 

Ser madre se convierte en una gran responsabilidad y en muchas ocasiones aparece la culpa. Es una emoción muy habitual que surge como consecuencia a un gran requerimiento que  le supone en el papel como mujer y como madre en esta etapa y sobre todo se une a la autoexigencia para entrar catalogada en esa etiqueta de “buena madre”. 

Es frecuente encontrarnos en consulta con mujeres que por miedo a ser juzgadas no expresan lo que sienten. Asumen que, para ser una buena madre deben hacerlo sin quejarse, deben ser felices, dar gracias por el hijo o la hija que tienen. Asumen que la maternidad es algo maravilloso y no son buenas madres si encima se quejan.  Con lo cual cuando una mujer se siente agotada para jugar con su hijo, necesita estar sola, se le ha olvidado echarle algo en la mochila del cole o bien no sabe cómo gestionar una rabieta se culpa por sentir cualquiera de las emociones que pueda tener en ese momento tales como rabia, frustración, pena o tristeza. 

Consecuencias de la culpa

  • No aceptar emociones. Esto lleva a entrar en un bucle que puede afectar en su salud mental llevándola a no poder gestionar emocionalmente todo lo que está viviendo y encontrarse totalmente perdida.“¿Cómo puedo sentirme así siendo madre si es lo más maravilloso del mundo?”
  • Autoexigencia. Se fomenta la idea de que las madres tienen que poder con todo y deben hacerlo. En ocasiones esto se exige sin tener en cuenta las condiciones personales de cada madre, el contexto social y laboral. Además, se le asigna la responsabilidad de que cómo es la madre, tiene que saber qué es lo que le pasa a su hijo y dar con la mejor manera de ayudarle en todo momento. Esto no siempre es posible derivando en esa culpa que cuesta tantísimo gestionar. Es imposible hacerlo todo correcto ni gestionarlo siempre todo bien para cumplir con las expectativas y creencias. Esto da lugar a que la propia madre adopte conductas muy autoexigentes consigo misma.
  • Juicios continuos y baja autoestima. Una de las principales consecuencias de la culpa es ese juicio que le lleva continuamente a evaluarse de manera negativa pensando en cómo podría haberlo hecho mejor. Son frecuentes frases tales como “no lo estoy haciendo bien”, “las demás lo hacen mejor” “no debería quejarme” “me siento realmente agotada y no debería”. Además, el juicio puede venir por parte del contexto. Las madres, en muchas ocasiones también se sienten juzgadas incluso por su entorno más cercano, escuchando frases del tipo “no sé de qué te quejas”  “lo tienes todo y no deberías estar así” “esto es lo que hay” “tú decidiste ser madre”…
  • Prioridad a los demás. Otra de las consecuencias para la madre es posponerse a ella misma en cada una de las situaciones. Aparece el rol de cuidadora que puede no sólo ser de cara al bebé sino también a los demás miembros de la familia asumiendo responsabilidades que no le corresponden y además posponiendo cada una de las cosas que fomentan su autocuidado como persona. 
  • Dificultades en la relación con el bebé. La culpa puede generar dificultades de apego y distancia hacia el bebé. Es muy invalidante y puede bloquear esa relación entre ambos y transmitir esa sensación al pequeño o pequeña.

Cómo gestionarla

  • Aceptar emociones 

Es fundamental permitirse estar triste, enfadada o tener cualquier otro tipo de emoción en el proceso de ser madre sin juzgarse o etiquetarse como mala madre. Aceptar que ser madre será siempre un aprendizaje constante y que derivará en emociones a veces agradables y a veces desagradables y tenemos derecho a tener tanto unas como otras y no por ello debemos juzgarnos o compararos con las demás. 

  • Autocuidado

En la mayoría de las ocasiones la mujer pasa a un papel secundario el cuidarse a sí misma. Esto deriva en una mayor frustración a la hora de gestionar cada uno de los valores que la definen como persona. No podemos olvidarnos de que una madre también es mujer, pareja, hija, amiga, trabajadora y en todos estos ámbitos necesita sentirse realizada y no por la valoración que se pueda hacer de ella sino por sentir ella misma que está en el lugar y en el momento que decide estar siendo esa persona que verdaderamente la define. 

  • Permitirme estar mal

No todas las familias/hijos son iguales, ni todos los contextos, ni todas las mujeres. Por tanto, a cada una le van a afectar unas cosas distintas, van a tener miedos distintos, se van a encontrar dificultades distintas y no por ello hay que gestionarlo todo bien o siempre de la misma forma. 

  • Aceptar errores 

Debemos permitirnos equivocarnos y sobre todo asumir que podremos encontrarnos mal en las distintas situaciones que se nos puedan presentar y no por ello estar haciéndolo mal como madre.

  • Delegar responsabilidades 

Debemos ser conscientes de los límites que tenemos y demandar ayuda cuando la necesitemos. No demos por hecho que los demás van a asumir su responsabilidad o deberían hacerlo. No podemos asumir un exceso de responsabilidades porque esto puede derivar en consecuencias aún peores como por ejemplo dificultades a nivel de ansiedad y bajo estado de ánimo. 

En las ocasiones en las que una mujer se vea desbordada y sea consciente de que le está afectando en su día y la culpa le está limitando es recomendable acudir a un especialista.

Ángela Córdoba, nuestra psicóloga especialista en psicología perinatal, ofrece terapia centrada en dar apoyo con los problemas que surgen derivados de la maternidad en el gabinete de Nuevamente Psicólogos Málaga.

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