Un año más llegan las Navidades. Una época estival que para muchos significa momentos de reencuentros, de tiempo libre, recuerdos y añoranza, dónde la alegría y la melancolía se entrelazan sin saber muy bien cuál de ellas gana. Sin embargo, en mayor o menor medida hay algo que viene implícito en la Navidad, los regalos.
Los regalos generan ilusión al que compra y al que recibe, aunque no siempre sea lo que esperaba. Muchos de esos regalos con los años quedarán en el olvido, no recordaremos ni qué, ni cuándo, ni de quién eran. Lo que recordamos son sensaciones, emociones. Los niños y adolescentes se encargan de pedir innumerables cosas materiales que olvidarán en poco tiempo y de las que se aborrecerán, pero aquello que recordarán por siempre son los afectos, las experiencias, las risas y eso es lo que nunca te pedirán.
En esta ocasión, nuestra psicóloga infantil Lucía Ferrer os invita a que reflexionéis cómo adolescente, cómo adulto, cómo padre, madre o cuidador en una carta que cualquier niño o adolescente podría llegar a escribir si supiera lo que es verdaderamente importante en su desarrollo.
Queridos Papá y Mamá
Sé que siempre os pido muchas cosas, ropa, un móvil nuevo, salir, porque todavía no sé realmente lo que quiero o es bueno para mí. He aprendido a compararme con los demás, a sentirme mal cuando no tenemos lo mismo, cuando yo tengo menos, yo también me siento menos. Este año he decido escribir una carta diferente, pidiendo aquello que nunca os diría pero que de verdad necesito.
Dicen que el amor entre padres e hijos es incondicional, pero a veces siento que debo ser la única que tengo condiciones, si estudio, si saco buenas notas, si me porto bien, si obedezco, si hago lo que se espera de mí. Quizás sea mi culpa porque no hago las cosas bien y no sea suficiente. A veces mis compañeros de clase también me lo recuerdan, así que, si todos piensan igual, yo también lo haré. Por eso os quiero pedir que me demostréis que me aceptáis y queréis sin condiciones, que me recordéis quién soy y lo que valgo, porque aún no tengo las habilidades para hacerlo sola.
1. Regálame tu tiempo
Ahora ya no pasamos tanto tiempo juntos como cuando era pequeña, ahora paso más tiempo con mis amigos. Otras veces me escondo detrás de una pantalla, para echar a un lado mis preocupaciones y miedos, pero me he dado cuenta de que no funciona. Que mirar hacia otro lado no hace que las cosas pasen. Dame algo de tu tiempo para hablar, para reírnos juntos y disfrutar de vuestra compañía. Para sentirme cómoda y poder deciros qué me pasa, cómo me siento, sin juicios, sin reproches, solo tener una conversación y encontrar vuestro apoyo. A veces me pierdo en medio de tantas decisiones difíciles que solo vosotros como adultos me podéis ayudar.
2. Quiero ser lo que soy, no lo que hago
Cuando nací decidisteis ponerme un nombre y me gusta, cuando la gente me llama me siento orgullosa y sé que soy yo, es parte de mí. Sin embargo, son muchos otros los nombres que me acompañan, desastre, torpe, vaga o egoísta y ya empiezo a pensar que son parte de mí, que también soy yo. Me hace dudar de quién soy y cuando dudo, todo lo que los demás puedan decirme creo que también me define. Ayúdame a descubrirme, no por lo que hago porque sí, cometo errores, pero ellos no me definen. Ayúdame en mi autoconcepto y a desarrollar una buena autoestima para que nadie pueda decidir por mí quién soy ni lo que valgo.
3. No quiero ser un número
Me habéis enseñado que estudiar es importante para mi futuro, para poder decidir, ser independiente y vivir mejor. Intento esforzarme, pero es verdad que a veces las cosas no salen como uno espera, los resultados no son lo que esperáis de mí y ya no hablamos de otra cosa. De repente en casa solo hay números, un 4, un 6, un 8. Siento que fracaso cuando los números no son lo que esperáis. Me gustaría que me preguntarais qué ha pasado, cómo podéis ayudarme y que me valoréis el esfuerzo para poder motivarme. Ayudadme a aprender que los errores son aprendizajes y ver que soy más que una nota.
4. Recuérdame que me quieres solo por ser yo
Me contáis que de pequeña era muy cariñosa y que vosotros me dabais abrazos y besos continuamente pero ya no lo hacéis. Dicen que lo que no se mantiene a partir de los 6 años se desvanece, se olvida y yo ya no lo recuerdo. Ahora ya me da vergüenza y muchas veces os aparto, pero en secreto os diré que me gustan, aunque nunca lo hagáis delante de mis amigos. También me gusta que me digáis lo orgullosos que estáis de mí solo por ser vuestra hija, por aquello que tengo y no por lo que me falta. Que la imperfección es algo que me hace única y no defectuosa. Recuérdame que, aunque me pongáis normas y a veces os enfadéis, me queréis igual, porque a veces se me olvida.
Desde el gabinete de Psicología en Málaga, Nuevamente Psicólogos, os deseamos de todo corazón unas felices fiestas rodeados de amor, salud y felicidad.