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¿Realizamos una correcta gestión de nuestras emociones?

Desde que nacemos las personas experimentamos multitud de emociones, que nos indican el estado afectivo en el que nos encontramos. 

Muchas veces pensamos que la forma en la que nos sentimos, está condicionada por nuestro carácter y que éste, es innato desde que nacemos y que no puede moldearse. Lo cierto es que la forma en la que vivimos nuestras emociones, puede estar relacionada con nuestra personalidad y con nuestro carácter, pero existen más factores que nos van a condicionar a cómo vamos a experimentar las emociones ante las diferentes situaciones a las que nos vamos enfrentando y que se van presentando como, por ejemplo, los estímulos externos y experiencias que vamos teniendo a lo largo de nuestra vida, la educación que recibimos, cultura, ambiente social, etc. 

En este artículo, nuestra psicóloga Ana Onetti del gabinete Nuevamente Psicólogos Málaga, nos explica cómo y cuando aprendemos a gestionar las emociones y como eso puede influir en la forma de regularlas en la edad adulta. 

¿Cuándo y cómo aprendemos a gestionar nuestras emociones?

Desde pequeños vamos aprendiendo a regular nuestras emociones en función a las figuras reguladoras que vamos teniendo. Aquellas personas que pueden influir en la forma en la que nos relacionamos con nuestras emociones desde pequeños son nuestros padres, cuidadores, familiares, profesores, etc. Esto va a ser súper importante ya que, cómo aprendamos a hacerlo y cómo nos enseñen a gestionarlo, va a verse reflejado directamente en la edad adulta

La reacción y respuestas que nos han mostrado nuestros cuidadores desde que éramos niños, cuando se ha dado una situación, en la que nos hemos sentido mal, hemos llorado, reído… va a ser primordial a la hora de relacionarnos con nuestras emociones, la forma en las que las vamos a regular o aceptar.

Existe el caso de personas en las que la relación con sus emociones es sana y funcional para su vida, sabe identificarlas bien y conocen qué pueden hacer para regularlas cuando sea necesario, pero hay muchos casos de personas en los que se puede observar una clara tendencia a relacionarse con sus emociones de una forma que no es del todo sana y por lo tanto no tiene un carácter funcional en su vida. 

Esto suele ocurrir con mayor frecuencia con emociones que tienen un carácter negativo o desagradable que, sin embargo, con aquellas emociones que están considera para las personas dentro del grupo de emociones de carácter más positivo o agradable. 

Cuando esto ocurre, es muy frecuente el rechazar sentir este tipo de emociones y se puede tender a intentar suprimir las mismas. 

¿Qué puede ocurrir cuando intentamos suprimir una emoción o evitarla?

Cuando aparece una emoción, siempre viene determinada por algo y tiene una función para nosotros. 

En el caso de emociones que nos hacen sentirnos mal o que nos resultan más desagradables, podemos caer en el error de intentar a toda costa que esa emoción desaparezca de alguna forma o que se transforme en otra con la que nos encontremos mejor. 

Esto puede llevarnos a intentar mantenernos activos como forma de tener “la mente ocupada” y no conectar con ello, no sentirlo o evitarlo.

Hay personas que tienen tan interiorizado la forma de suprimir o de no dejar que salgan ciertas emociones, que lo hacen sin ni si quiera tener consciencia de ello, o darse cuenta de la importancia y de las consecuencias que puede tener esto para ellos. 

Se puede producir una acumulación emocional y desbordamiento de las emociones, dando lugar a un estado de agotamiento, desbordamiento y manifestarse con un mayor incremento de la emoción, desarrollar un estado ansioso, experimentar problemas de salud física y mental, etc. 

Existen muchos casos de personas en los que ni si quiera saben hacer una adecuada identificación de sus emociones en el momento en el que aparecen.

¿Qué podemos hacer para regular nuestras emociones?

  • Intentar atender a lo que estamos sintiendo, identificarlo (intentar identificar de qué emoción se trata) y aceptarlo
  • Conocer y conectar las sensaciones físicas o corporales que aparecen a raíz de la misma y cuidar estas sensaciones.
  • Entender la función que cumple esta emoción. 
  • Valorar cambios a introducir que me ayuden a regular la emoción.
  • Expresar cómo nos sentimos. 
  • Autocuidado 
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